Domingo 08 de Abril de 2012
Mega-minería, represión y gobierno nacional
¿Estar contra la mega-minería es negar la minería? ¿Estar contra la mega-minería es estar contra el gobierno nacional? No necesariamente, aunque las corporaciones mediáticas insistan y presenten este asunto como parte de un frente de oposición al gobierno y una actitud de negación absoluta a la actividad minera. Desde hace varios años los pueblos del NOA y organizaciones sociales autogestionadas reclaman contra las explotaciones mega-mineras a cielo abierto que llevan adelante y quieren emprender corporaciones transnacionales como Barrick Gold, Osisko Mining Corporation, Minera Alumbrera Limited, sobre todo por los impactos ambientales irreversibles y la ausencia de beneficios/inserciones sociales/laborales para los actores locales. ¿A quién se le puede ocurrir pensar y decir que a estas corporaciones les interesa el medio ambiente y el bienestar de los pobladores locales? La directriz que impulsa a estos poderes transnacionales es la sobreexplotación del ambiente en la mayor escala posible, en el menor tiempo y a un costo mínimo. Esa voracidad, destrucción masiva, saqueo, mayor beneficio/menor costo, mega-contaminación, es lo que representa a la mega-minería transnacional. Entre otras cosas, esas variables son las razones por las cuales esas empresas no pueden operar en sus países de origen y por las cuales otros países han limitado y prohibido la mega-minería a cielo abierto. Ahora bien, la minería propiamente dicha como actividad extractiva y productiva parece que no puede reducirse a la simple aceptación o negación, sino que hay un sinnúmero de matices que deben ponerse en escena. Es necesario problematizar el tema y situarlo en contexto de manera tal que permita la inclusión de diversas variables sociales, culturales, políticas, ambientales, económicas, legales, idiosincráticas, de estilos mineros, etc. De igual forma, es necesario considerar en primer término las opiniones de los pobladores locales, residentes y moradores de los paisajes en cuestión, en muchos casos vinculados a pueblos originarios y campesinos. En ese sentido, es de suma relevancia tener en cuenta las formas de ver, habitar y sentir que poseen estos actores, es decir atender las cosmovisiones propias de los lugareños que configuran específicas formas de “ser” y “estar” en y con el paisaje. Este asunto no es menor ni tampoco sólo una cuestión antropológica sino también una dimensión reconocida por nuestra constitución nacional. De esa manera, atender y escuchar el reclamo de estos pueblos, que ampliamente superan a los cuatro o cinco pseudo ambientalistas como inescrupulosamente fueron referidos por algunos dirigentes políticos, constituye parte de las actitudes esperables por parte del Estado, sobre todo por parte de este gobierno en particular. Los que estamos esperanzados con este modelo nacional, popular y democrático activado a partir de 2003 y formamos parte del mundo académico de las ciencias sociales tenemos la obligación de mantener la actitud crítica y manifestar nuestras opiniones y desacuerdos cuando las situaciones las ameritan. La obsecuencia, el silencio y la mirada complaciente actúan en detrimento del proyecto en común, por cierto imperfecto y siempre mejorable. Cuando las opiniones son reducidas a los calificativos de kirchnerista o anti-kirchnerista, bipolarización del pensamiento muy común en nuestra actualidad, opera una descalificación simplista y estrecha amparada en la inhibición de lo político, cabal representación de la derecha conservadora. Creo que el llamado a sintonía fina que ha expresado la Presidenta de la Nación puede reflejarse, entre otros aspectos, en la atención a los reclamos y condiciones expresados por los pueblos en Belén, Tinogasta, Andalgalá, Famatina, en La Primavera, en los Qom, los Mapuches y en todos los actores y sectores que han sido y son sistemáticamente negados y silenciados en diferentes situaciones. Es nuestro deseo que este proyecto de país no sea cerrado, dogmático, ni prescriptivo, por el contrario, como todo proceso en marcha debiera ser receptivo a la emergencia de capacidades autoreflexivas y propositivas y sobre todo abierto al concurso crítico de propios y ajenos que habiliten el pensamiento de nuevas configuraciones y reajustes. Asimismo, el apoyo y la atención a los pueblos y ciudadanos en condiciones de vulnerabilidad debe ser prioridad en las definiciones de agenda política. La mega-minería a cielo abierto, transnacional, inescrupulosa, represiva, hegemónica, en connivencia con autoridades locales y a espaldas del pueblo, es vista como sinónimo de progreso, desarrollo y generadora de riquezas para la retórica tecnocrática. En todo caso habría que discutir qué implican las ideas de progreso y desarrollo, para quién y bajo qué condiciones, y a expensas de qué se generan las riquezas y para quiénes son las mismas? Parece claro que en la coyuntura actual la mega-minería no representa los intereses de muchos pobladores locales, por lo tanto no es condición necesaria para la existencia de los mismos. Mucho menos la represión a los pueblos que reclaman por su dignidad y por el derecho a ser escuchados.Rafael Pedro Curtoni
Observatorio de los derechos de los pueblos indígenas y campesinos
FACSO-UNICEN
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