domingo, 15 de abril de 2012

CINE - DOCUMENTAL: OCTUBRE PILAGÁ, relatos sobre el silencio



OCTUBRE PILAGÁ, relatos sobre el silencio - Trailer
SINOPSIS
    Para mediados de 1947, segundo año del primer gobierno de Juan Domingo Perón, hacía ya más de medio siglo que en el Norte de Argentina, se había impuesto el régimen de colonias aborígenes (antes llamadas reducciones). Estas colonias eran fundamentales para el sistema de control de la población originaria sobreviviente del genocidio iniciado cuatrocientos años antes por los conquistadores españoles. Eran una versión renovada de las antiguas reducciones religiosas y estatales, y concentraban a miles de personas de distintos pueblos que el Estado argentino sometía al trabajo esclavo para satisfacer las necesidades de ingenios, algodonales y obrajes.

    El Ministerio del Interior era el organismo de gobierno que velaba por el buen funcionamiento del régimen de colonias. La policía y la Gendarmería Nacional , tenían a cargo el disciplinamiento y la represión. En 1947 los Pilagá que habían sobrevivido a sucesivas campañas de exterminio estaban siendo desplazados a tierras áridas o inundables. Aislados, y con su territorio reducido, no tenían otra salida que buscar trabajo en las industrias.

    En octubre del 1947, en La Bomba , un paraje cercano a Las Lomitas, se cree que unos dos mil Pilagá se habían reunido para recibir de boca del carismático Tonkiet (Luciano) la noticia sobre un Nuevo Dios escrita en un libro hasta entonces desconocido para ellos: La Biblia. Las danzas y los tambores se mezclaron con los himnos bíblicos y resonaron durante muchas noches, y en el regimiento 18 de Gendarmería, distante a sólo un kilómetro del paraje comenzó a gestarse la represión planificada y ordenada por el Estado. La indisciplina tenía que cesar, la gente debía ser encerrada en un espacio controlado para ser enviada a trabajar. Aquella expresión de libertad cultural y religiosa podía ser contagiosa y el escarmiento no tardó en llegar. El día 10 de octubre, al caer la tarde, la Gendarmería Nacional apuntó sus armas contra la multitudinaria reunión, fusilando a cientos de personas. De acuerdo a los testimonios de los sobrevivientes, la matanza se extendió varios días. Después de los fusilamientos del día 10, se iniciaron las persecuciones de testigos a través de los montes, las mujeres sufrieron violaciones y hubo más fusilamientos en las comunidades cercanas. Muchos niños murieron por las heridas de bala. Muchos ancianos y murieron vencidos por el cansancio y la sed, acorralados por las tropas que patrullaban el acceso a los arroyos. Los cadáveres no pudieron ser sepultados y continúan desaparecidos. Los sobrevivientes recuerdan las capturas y el encierro final. ¿Cómo pudieron ocultarse estos hechos durante tanto tiempo?

    Durante más de sesenta años el pueblo Pilagá no tuvo oportunidad de contar lo sucedido, el terror fue sembrado con éxito, y también la mentira. Algunos historiadores, antropólogos y medios de comunicación hicieron su aporte para cubrir estos crímenes con un manto de silencio. Sin embargo la memoria de los sobrevivientes permaneció en espera de ser escuchada.

    En el año 2006 la masacre de La Bomba da lugar a una demanda contra el Estado Nacional de características inéditas en el derecho argentino, fundada en los principios jurídicos de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. El juez federal Mario Bruno Quinteros ordena que un forense trabaje en la búsqueda de restos humanos y los sobrevivientes inician junto a él la búsqueda de sus familiares desaparecidos. Este es el punto de partida para una lucha largamente demorada: la de la búsqueda de la verdad en la que deberán embarcarse las generaciones presentes y futuras.

    Octubre Pilagá, relatos sobre el silencio revela hechos deliberadamente ocultos, sin ser una película sobre el pasado, sino un vehículo para entender el presente. Está hecha de retazos de memorias personales que dan cuenta de una historia que urge conocer y asumir: la del genocidio de los pueblos originarios de la Argentina.
Guión y dirección VALERIA MAPELMAN
Producción: VALERIA MAPELMAN, GEORGINA BARREIRO 
Investigación VALERIA MAPELMAN ULISES GONZALEZ, LIONEL BRAVO
Montaje GEORGINA BARREIRO, VALERIA MAPELMAN 
Diseño de Montaje MARCO GROSSI , ANDREA CHIGNOLI
Diseño Musical MARCELO MAPELMAN
Mezcla y edición de sonido MARTÍN CUGNONI, JERÓNIMO KOHN, ALEJANDRO SEBA
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ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Hace mas de doscientos años viajeros y exploradores llegados al Gran Chaco se fascinaron con lo ilimitado del paisaje. Con lo inconmensurable de los bosques y llanuras vistos desde las alturas de la actual Bolivia.

En sus escritos los cargaron de misterio y los poblaron de fieras y demonios.

Los hombres del Gran Chaco fueron desde entonces: “salvajes”, “criminales” y “peligrosos”. No curaban: practicaban la “brujería”, no hablaban “emitían ruidos”, no poseían un idioma sino un “dialecto”.

En el siglo XVIII los jesuitas habían instalado diversas reducciones para convertir y “civilizar” a los pueblos del Gran Chaco. Según las fuentes de la época reducen a mas de diez mil personas y controlan decenas de miles de hectáreas de territorio donde éstas personas son aculturadas, disciplinadas y puestas a trabajar, no está demás aclararlo … sin percibir salario alguno.

Luego de la disolución de la Compañía de Jesús las antiguas reducciones serán ocupadas por los franciscanos y en el siglo veinte el Estado se hará cargo de varias de ellas.

Vendrán las guerras de independencia, luego Buenos Aires contra las provincias y sus caudillos, y al finalizar la Guerra de la Triple Alianza los soldados formados en el genocidio paraguayo marchan al Sur y arremeten contra los pueblos originarios en la conquista militar llamada con el eufemismo de Campaña al desierto. Una vez conquistado el Sur los ejércitos se lanzaron a conquistar el Chaco o Desierto Verde, imponiendo las leyes del Estado capitalista que imaginaba la burguesía.

Los hombres originarios del Gran Chaco fueron vistos como mano de obra disponible para las industrias azucarera, algodonera y taninera de la región. Eran los “brazos baratos” para la industria que el general Benjamín Victorica, ministro de guerra y marina de Julio Argentino Roca, señalaba como fundamentales para el desarrollo económico de la región.

Para esa época el antropólogo alemán Robert Lehmann Nietsche, colaborador de Francisco Moreno en el Museo de La Plata, aconseja al Estado Nacional crear reservas de indígenas según el modelo norteamericano y los franciscanos confeccionan informes positivos sobre sus misiones que son publicados por el Ministerio del Interior donde se describen los numerosos beneficios de la tarea reduccional.

Muchos hombres fueron incorporados al ejército, otros llevados prisioneros a campos de concentración como la Isla Martín García, muchas mujeres y niños se convirtieron en “criados” en las casas las familias de estancieros e industriales. Los que lograban sobrevivir fuera de el sistema de explotación que se imponía, fueron perseguidos como “ladrones de ganado” por cazar las vacas que pastaban en sus cotos, como “vagos” por su nomadismo, como “maloneros” bajo acusación de haber atacado poblaciones “cristianas”.

La resistencia de los caciques y guerreros nunca se detuvo, las crónicas militares dedican decenas de páginas a diversos combates acaecidos en el Chaco, pero también es posible afirmar en base a estas mismas crónicas y a las memoria oral de los diversos pueblos, que los crímenes perpetrados contra la población originaria del Gran Chaco constituyen hechos aberrantes que no han sido debidamente debatidos en la sociedad argentina como el asesinato de prisioneros, el reparto de niños y niñas, la violación sistemática de las mujeres, la prohibición del idioma y la religión, la reducción en recintos controlados militarmente, y el trabajo esclavo en beneficio de particulares, religiosos y el Estado.

 CRONOLOGÍA
1884
El ministro de Guerra y marina General Benjamín Victorica es enviado por el presidente Julio Argentino Roca a conquistar el Gran Chaco llamado “Desierto del Norte” Ésta campaña militar completa el sometimiento iniciado en Pampa y Patagonia.

1889
Campaña militar del General Lorenzo Vintter

1898
Los franciscanos inician la fundación de diversas misiones tendientes a convertir y disciplinar a familias Qom, Wichi y Moqoit. Las prácticas religiosas propias de los pueblos del Gran Chaco fueron reprimidas con el argumento de que eran peligrosas y “salvajes”, se les impuso un idioma, y se los bautizó con un nombre diferente del que tenían.

1907 a 1911
Campaña militar del General O’ Donell

1911
Creación de las reducciones de Bartolomé de las Casas (en el territorio de Formosa) y Napalpí (en el territorio del Chaco)

1912
Campaña militar del coronel Rostagno en la que se ocupan efectivamente los territorios de las actuales provincias de Chaco y Formosa

1917
El presidente Hipólito Irigoyen firma la finalización oficial de las campañas militares al Gran Chaco, pero para los pueblos originarios de la región esto no se traduce en la llegada de tiempos de paz sino en la consolidación de una era de trabajo forzado en beneficio de los poderosos nuevos propietarios de la tierra y de las industrias del Norte de la Argentina.

1919
Entre marzo y abril de 1919, durante la presidencia de Irigoyen, se acusa al cacique pilagá Garcete del ataque al fortín Yunká, cercano a la frontera con Paraguay. En una expedición punitiva, a cargo del Teniente Boy responsable del fortín Gran Guardia, las tolderías de Garcete son atacadas y fusiladas decenas de personas, entre ellas los padres del cacique. Esta represión jamás fue investigada, Garcete termina sus días “reducido” en Bartolomé de las Casas

1924
En julio de 1924 durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear ocurre una represión durante la cual son fusiladas cientos de personas que se encontraban reducidas en Napalpí. Los sobrevivientes de los fusilamientos fueron degollados y mutilados. Los cadáveres de las víctimas fueron enterrados en fosas comunes dentro del territorio de la reducción. Este hecho aunque denunciado en periódicos locales y hasta en la cámara de diputados de la Nación nunca fue debidamente investigado, ni castigados los culpables.

1946
Un grupo de más doscientas personas pertenecientes al pueblo Coya inicia una larga marcha a Buenos Aires para solicitar al flamante presidente Juan Domingo Perón el título de propiedad de sus tierras en la Puna. Luego de grandes recibimientos y de una cobertura mediática sin precedentes, son secuestrados en el hotel de inmigrantes y finalmente envagonados para ser llevados por la fuerza de regreso a Jujuy

1947
Matanza de La Bomba
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Sábado, 10 de abril de 2010
De eso ya se habla
Por Osvaldo Bayer
Poco a poco, la ética se está adentrando en la interpretación de nuestra historia. Hace unos días, en el propio salón de actos de la Legislatura de Buenos Aires, se realizó un encuentro en el cual se puso el acento en lo que nos pasó a los argentinos en el tratamiento de los pueblos originarios que viven desde hace siglos en estas tierras. Sí, justo allí. En ese edificio, donde hace muy poco se echó la culpa de todos nuestros males a los “trapitos” y a los “limpiavidrios”, se hizo un análisis histórico y se debatió con total amplitud cómo fueron traicionados los principios de Mayo en nuestra historia posterior, basada en el derecho del más fuerte, en el poder de los dueños de la tierra, en los políticos personalistas, en dictaduras militares cada vez más repetidas, y en el atroz proceder racista contra los pueblos originarios.

Se discurrió acerca de la docencia sobre la base de la Libertad y la Verdad, el respeto a los intereses mutuos, y cómo llegar a eso que repetimos al cantar el himno: “ved en trono a la noble igualdad”. Cómo concretar esas sabias palabras de Esteban Echeverría, escritas en 1837: “Asociación, progreso, libertad, igualdad, fraternidad, términos correlativos de la gran síntesis social y humanitaria, símbolos divinos del venturoso porvenir de los pueblos de la humanidad. La libertad no puede realizarse sino por medio de la igualdad, y la igualdad, sin el auxilio de la asociación o del concurso de las fuerzas individuales encaminadas a un objeto: el progreso continuo. El camino para llegar a la libertad es la igualdad. La Igualdad y la Libertad son los principios engendradores de la Democracia”.

¿Dónde quedó esa democracia un siglo después, con la serie de dictaduras militares que llegaron a su más alto índice de abyección con el sistema de la desaparición de personas y el robo de los niños a sus madres? Es increíble. Del pensamiento de Mayo a la picana eléctrica de Uriburu-Lugones.

Lo que nos caracteriza a los argentinos de lo que hicimos con el Pensamiento de Mayo de un Mariano Moreno, un Belgrano o un Castelli, lo tenemos allí: en la Diagonal Sur. A esos pensamientos libertarios, tan libertarios que emocionan, los convertimos en el bronce para hacer la estatua del genocida Roca. Justo un producto de aquella Década Infame que comenzó Uriburu en el ’30 y prosiguieron los políticos de la hipocresía desmandada: el Fraude Patriótico. Y desde ese momento, Roca, el genocida, nos ha marcado el ritmo a los argentinos: no el “ved en trono a la noble igualdad en Libertad”, sino el latifundio, los niños con hambre y las villas miseria.

Sí, fue en el salón de la Legislatura donde –no por supuesto por parte de los legisladores, claro está (aunque algunos de ellos estuvieron en las primeras filas del público dando su solidaridad con los estudios históricos que allí se debatieron)– se realizó esa fiesta de la libertad de ideas y de opiniones. Comenzó con un prólogo de música de la tierra, con esa música profunda, sencilla, como ecos de trinos de mil aves distintas. Y se leyeron poesías acerca de la tierra y su gente escritas por monseñor Angelelli, aquel obispo mártir, asesinado por los uniformados de turno. Ese obispo, además de luchador inclaudicable de los derechos de la gente de la tierra, los describía en idioma poético. Poesías para recitar al compás de guitarras gauchas, para enseñar en nuestras aulas. Angelelli, cuyo cuerpo quedó tirado en la ruta sólo porque quería la dignidad para toda su gente, la gente humilde, de andar pausado que sabe acariciar a la naturaleza.

Decíamos que hay como un renacer de esa temática en las nuevas generaciones. Por ejemplo, lo notamos en las creaciones cinematográficas. Acaba de editarse Octubre pilagá, un documental de Valeria Mapelman. Es el relato de la investigación sobre la masacre cometida en 1947, en el norte argentino, con los pilagás, un pueblo ancestral de aquellas regiones. Cientos de pilagás fueron asesinados en la forma más brutal por la Gendarmería Nacional. Fue en el segundo año del gobierno de Perón. Jamás se ordenó una investigación del hecho. Hay todavía testigos sobrevivientes de la matanza. Con sus rostros se ocupan las cámaras. Tienen la sabiduría del tiempo y hablan pausadamente, sin levantar la voz. Relatan cómo se los encerró en un lugar conocido como La Bomba y se los baleó impunemente. Los ojos tristes, la voz pausada. Detalle por detalle. La sabiduría que va dejando la vejez y la vida humilde. No hablan de venganza, sí de lo injusto. De la incomprensión. Rostros formados con tierra generosa. Nos llevan al lugar. Sí, allí cayeron hombres, mujeres, niños. Desarmados. A tiro limpio les quitaron la vida, sin poder defenderse. Algunos hablan mientras realizan, lentamente, sus tareas. Sí, allí fue, allí están enterrados. Jamás se nos dio una explicación... nada. Los rostros de los niños, que nos miran.

Pilagás. Agua. Tierra. Manos que trabajan en silencio. El eterno canto de los pájaros, sus llamados, sus colores. Y de pronto, la muerte.

De eso no se habla.

Me vienen a la memoria esas palabras inspiradas en el pensamiento de San Martín, de septiembre de 1822, en que el Congreso Constituyente del Perú se expresó así sobre los pueblos originarios: “Nobles hijos del Sol, amados hermanos, a vosotros virtuosos indios os dirigimos la palabra y no nos asombre que os llamamos hermanos, lo somos de verdad...”.

Otro film documental que acaba de ver la luz es Por el camino del malón de la paz, realizado por Diego Romero y Soledad Berttendorff. Es la historia –investigada por el historiador Marcelo Valko– de 176 coyas que caminaron 2000 kilómetros desde Abra Pampa, en Jujuy, a Buenos Aires, a reclamar justicia por el abuso y la explotación en los ingenios, realizado por los terratenientes, y exigir que se les devuelvan las tierras comunitarias de las que habían sido expulsados, en las que habían habitado durante generaciones. Expulsados por los mismos dueños de todo. Cuando llegan a Buenos Aires, Perón los recibe y tres de los indígenas suben al balcón de la Casa Rosada frente a una multitud. Pero luego fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes –sarcástica ironía–, expulsados y llevados en un tren de carga nuevamente de regreso a Abra Pampa. Luego de 53 años del vergonzoso episodio, quedan todavía cuatro “maloneros” con vida. Y ahí está el relato, más todos los documentos de época.

Se nota en los rostros la injusticia sufrida, que no se ha disipado durante tantos años. Ellos, los hijos de la tierra, vejados por los dueños de esa tierra. Un documental para ver en los institutos de enseñanza y en todos los lugares, para el debate. Los peronistas deben todavía a la ciudadanía una autocrítica por estos dos hechos. Lo mismo que por la masacre de Ezeiza y por las Tres A del “ministro” López Rega. También los radicales deben a nuestra sociedad la autocrítica por las masacres obreras de la Semana Trágica, de 1919, por la represión de las huelgas de peones de las estancias patagónicas, de 1921-22 y por la de los hacheros de La Forestal, del mismo año. Y también los socialistas nos deben una profunda crítica por su apoyo a dictaduras militares, como el caso de Alfredo L. Palacios, que fue embajador en el Uruguay de la dictadura del general Aramburu, y Américo Ghioldi, embajador en Portugal de la dictadura militar de la desaparición de personas.

Esas autocríticas benefician a la democracia. Por algo ha sido que nuestro país tuvo tantas dictaduras militares que interrumpieron gobiernos elegidos por el pueblo. Por los momentos débiles de nuestras democracias.

La misma autocrítica tiene que hacerse nuestra sociedad, mediante la convocatoria de congresos de historiadores, que juzguen nuestro pasado de acuerdo con las normas de la ética, del respeto a la vida y de los derechos de todos. Y así acabar con monumentos y nombre de ciudades de personajes que se basaron en el crimen y en el poder económico.

Pero no nos conformemos con el pasado-actual sino que también vayamos a los problemas del hoy argentino.

Me da mucha pena cuando se persigue a la juventud con encarnizamiento. Relato el episodio: el 19 de mayo del año pasado hubo una protesta de grupos políticos argentinos, en el acto de conmemoración de la fundación del Estado de Israel, por la política de este Estado en cuanto a los palestinos. Ante los gritos y los coros de esos grupos intervinieron la custodia propia israelí y la policía local. Fueron detenidos varios de los participantes de la protesta y se hicieron allanamientos no autorizados. De todas esas intervenciones se solicitó además la captura de Roberto Martino. Debemos decir que Roberto Martino, a quien todos llamamos el Negro, no tiene antecedentes penales y siempre vivió en el mismo lugar declarado. Es decir, se ha llegado a una criminalización de la protesta que es exagerada dentro de las libertades que se debe dar en una democracia. El Negro Martino no hizo ni ostentación de armas ni participó de agresiones. Diversos intelectuales, entre ellos el premio Nobel de la Paz Pérez Esquivel, y la misma organización Apemia, que se organizó para el esclarecimiento de la masacre impune de la AMIA, se han pronunciado a favor del cese de la persecución de Roberto Martino.

Una democracia debe dar libertades a la protesta política, es un derecho de todo ciudadano; claro está, siempre que no se llegue a la agresión ni al deterioro de objetos, como es el caso de aquella protesta en la que estuvo presente Roberto Martino.

La democracia no tiene que temer a la palabra aunque venga en coro de protesta, especialmente de jóvenes que desean ser protagonistas de la vida política de un país.

Esperamos, pues, los amigos del Negro Martino, que de una vez por todas se levante su persecución, así él puede volver a sus estudios y trabajo. Es un pedido también a los miembros de la embajada israelí: un pueblo como el de Israel, que ha sufrido en su larga vida tantas discriminaciones y persecuciones, debería aportar aquí su mano abierta a quien sólo expresó su opinión en un acto público.

La democracia también se funda con generosidad, que en este caso sería verdadera justicia.


Por Osvaldo Bayer
-Contratapa Pagina12-
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LIBRO

HISTORIA DE LA CRUELDAD ARGENTINA
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Julio A. Roca y el genocidio de los Pueblos Originarios
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Osvaldo Bayer - Diana Lenton - Stella Maldonado - Walter Delrio - Adrián Moyano - Mariano Nagy - Alexis Papazian - Valeria Mapelman - Marcelo Musante - Miguel Leuman
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COORDINADOR: OSVALDO BAYER
Fuente: Octubre Pilaga
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